El asombro otomí I


Árbol/Vasija de la vida en bordado de la sierra otomí-tepehua de los años setenta


En el recorrido guiado por Huapalcalco, corrijo: en el ejercicio de hacer Topializ, hoy en Huapalcalco, volví a encontrar el asombro. Una abuelita originaría, feliz de presumirnos que tiene muchos nietos, pero que solo iba con dos, al inicio del recorrido de pronto y sin preámbulos nos contó que ella vive en Napateco, cerca del cerro y que endenantes sabía que en Huapalcalco había dragones, que se les podía ver y que la gente sabía que estaban ahí y que se comían a los burros; dijo que no sabe qué pasó con ellos, quizá se incrustaron en las rocas, o se fueron al interior del monte ¿Dragones? La tentación de invalidar su decir es terriblemente real, pero y ¿por qué no? ¿a qué se refiere cuando dice: dragones? Más adelante nos contó que ella es hablante del hñahñu la lengua originaria del centro de país, de los más antiguos pobladores de la altiplanicie magueyera de México, los otomíes, hijos predilectos de las piedras, amantes de las cavernas y portadores del lenguaje de los ‘Dueños’. Con qué gentileza y alegría nos contó que ella fue criada con pulque y con aguamiel, que, si no fuera por ese alimento, ella no estaría; se acordó que su papá alguna vez capó y raspó un maguey blanco muy grande, que le daba dos litros de aguamiel en cada raspada. También nos platicó que además de todas las cosas que es bien sabido que se aprovechan del maguey (pencas para muchas cosas, mexal, mixiote, quiote, gualumbos, gusanos de maguey, espinas, ixtle para mil cosas, ayates, reatas, aguamiel, pulque, destilados de pulque, jabones, remedios y más) también sirven para construir casas, de niña, cerca del cerro Napateco su padre les construyó una casa de pencas donde vivieron algún tiempo; y es que el pueblo otomí, además de una historia milenaria y de una dignidad autentica, tienen una relación principal con el maguey, miles de años de entenderse con esa planta. En los tiempos de los mexica, era bien sabido que los otomíes vestían con prendas de fibras de maguey; además que eran reconocidos por feroces guerreros, hasta un grado militar en los ejércitos mexica llevaba por nombre ‘Otomí’; había cierta animadversión por ese pueblo, yo pienso que se burlaban de ellos porque les producían asombro; decían también los mexica, que los otomí eran bien versados para las artes amatorias, sendas horas de placer les gustaba experimentar. Hace un tiempo aprendí que, de la noche, los otomíes conocen que deambulan los espíritus y seres de la totalidad, y que cuidado de que se metan a tu casa, porque entonces puedes despertar furioso o furtivo y pues mejor hay que cerrar las puertas y ventanas bien para que no se metan los aires y vaya a ser maldad. De otro lado escuché una teoría que apunta que los otomíes fueron la población original y base de Teotihuacan, y que su lengua era la lengua franca de esa metrópoli antigua ¿se imaginan? Creadores de una ciudad cosmopolita hace casi dos mil años, perfectamente urbanizada, ¿qué tantos saberes tienen los otomíes en su cultura que es tan antigua que se pierde en la noche de los tiempos? Y bueno, tantas cosas más que se puede decir de los otomíes, pero concluiré por ahora diciendo que es un pueblo asombroso, digno de asombro y que hoy con sus primeras palabras me asombró mucho estando en Huapalcalco. Agradecí a la señora Manuela por acompañarnos y le dije que nunca había conocido a una persona otomí oriunda de los ejidos de Napateco, ojalá tenga oportunidad de saludarla de nuevo, pero aquí dejo un recuerdo hecho textito, para no dejar pasar la conmoción de conocerla.
Sentada con botas cafés la sra. Manuela - Fotografía cortesía de Fabiola Mtz.



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